Comentario
Cuéntase una sementera que se hizo, la entrada de un valle; traída de tres muchachos, y lo que pasó con los indios
El capitán, al postrero día de Pascua, llevando la gente que le pareció, fuese a una hacienda cercada de los indios y en ella se sembró cantidad de maíz, algodón, sapallos, melones, badeas, habas, garbanzos, frísoles y otras de nuestras legumbres y semillas, y cargados de muchas raíces y habiendo pescado en playa se volvieron a las naos.
El otro siguiente día el capitán envió al maese de campo con treinta soldados a reconocer cierto alto, a donde hallaron un grande y apacible valle y pueblos: y como de sus moradores fueron los nuestros sentidos, se juntaron muchos dellos, y se pusieron en arma. Cogieron allí tres muchachos, el más viejo de siete años, y veinte puercos. Con esto dieron la vuelta los nuestros, y los indios con ánimo y brío acometían la vanguardia, batallón y retaguardia, tirando en suma de flechas. Salían al encuentro los caudillos, que les hacían perder con las cargas que les daban la tierra que iban ganando. Llegados, pues, a cierto paso, hallaron sobre unas peñas muchos indios con conocidos deseos de hacer cuanto mal pudiesen: aquí fue su mayor priesa, su flechar, despedir galgas, y en gran peligro los nuestros: y el capitán que oyó tanto tirar de mosquetes con alaridos tan grandes, tantas voces y tantos gritos, hizo disparar tres piezas para amedrentar los indios y animar a los nuestros y porque mejor atinasen a donde demoraba el puerto, y que el resto de toda la gente que quedó en las naos y la playa fuesen a socorrer a gran priesa; y habiéndose juntado se vinieron a las naos, salva la presa y sanos todos.
Estaba allí cierta persona que dijo en alta voz: --Más quisiera para comer treinta puercos que tres muchachos. Oyó esto el capitán, que dijo con sentimiento más quería a uno de aquellos niños que a todo el mundo por suyo. Hizo sobre esto discursos, y concluyóse con decir: --Son mis pecados y a solos ellos doy la culpa. Y ¿cuánto mejor pareciera en la persona que tal disparate dijo, que diera a Dios las alabanzas debidas, pues por modo tan extraño y no pensando atrajo aquellas tres almas, de que se podía entender estaban predestinadas?... Y por aquel dicho primero hubo allí ciertos rencores de parte del que lo dijo, y más de sus allegados.
Los indios el otro día siguiente, teniendo otros emboscados, vinieron a acometer a los nuestros que estaban haciendo aguada; y sentidos de las postas tocaron arma a gran priesa, y con ésta tiraron los indios sus flechas, y los nuestros sus mosquetes, y dando gritos se fueron, dejando rastro del mal que hicieron las balas. Parece que con rabia los indios, de no se poder vengar en nosotros, fueron a desbaratar la iglesia. El capitán a gran priesa envió en ambas barcas gente armada que lo fuesen a impedir; mas como las vieron ir, se fueron poco a poco retirando. Al parecer, querían que se empeñasen los nuestros para llevarlos a donde estaban escondidos otros muchos, que luego vimos ir pasando el río del Salvador.